En octubre del año pasado acudió una señora N.N. de 40 años por síntomas de gripe, estaba en claro sobrepeso (76 kilos para su talla de 1.60, da un IMC de 29.7 Kg/m2), en el límite por pasar a obesidad (IMC mayor o igual a 30). Le medí la presión arterial y le encontré 160/90, le repetí la medida 15 minutos más tarde y permanecía igual.
Le diagnostiqué de hipertensión arterial (presión mayor o i…
Le diagnostiqué de hipertensión arterial (presión mayor o i…
Le diagnostiqué de hipertensión arterial (presión mayor o igual a 140/90), recomendándole que comiese bajo de sal y que baje de peso, le receté además un antihipertensivo (enalapril), citándola para que vuelva en dos semanas. Para ella fue una sorpresa ser hipertensa pues no tenía ninguna molestia por la presión elevada.
Me detuve unos minutos explicándole cómo disminuir la sal en las comidas: bajar la sal de cocina y de mesa en los alimentos, evitar todo lo salado, disminuir todos los alimentos envasados, incluso los dulces como las gaseosas, galletas, etc, pues incluyen sodio (componente clave de la sal para aumentar la presión arterial).
Para reducir de peso le sugerí sólo que disminuya o elimine las gaseosas y las frituras (comidas rápidas, papas fritas, salchipapas, la piel del pollo, etc.) y que camine; pues ella vive en un cerro y usaba con frecuencia una mototaxi para llegar a su domicilio.
Seis meses después la vi nuevamente en la consulta por otro cuadro gripal, al ver su historia le reclamé porqué no había vuelto y qué había pasado con su tratamiento para la presión alta. Me respondió que el enalapril lo suspendió a la semana porque le había producido dolor de cabeza,
pero que sí había seguido en lo posible mis consejos, porque había bajado algo de peso y ahora caminaba más y mejor.
Efectivamente su peso actual era 70 kilos si bien aún estaba en sobrepeso (IMC 27.3) había logrado bajar 6 kilos en 6 meses. Al medirle la presión encontré sorprendido que su presión arterial en repetidas ocasiones marcó 130/80.
No me quedó más que felicitarla por su empeño en bajar de peso y comer bajo de sal y animarla a que continúe haciéndolo, porque por ahora no necesitaba ningún medicamento para controlar su presión.
Reflexiones Finales
Para el control de la presión arterial (y en forma similar para la diabetes mellitus y la dislipidemia –aumento del colesterol y/o triglicéridos en sangre) los cambios en estilo de vida son indispensables, no basta con recibir uno o más medicamentos. Si no modificamos nuestra conducta, difícilmente podremos realmente controlar nuestra enfermedad.
Esto que parece un hecho fortuito o sólo un caso anecdótico, que muchas veces recibimos textos similares en correos masivos, está claramente comprobado en forma científica (1). Sin embargo, en muchos casos para el paciente, e incluso para el médico, lo más fácil es simplemente recetar un
medicamento y el paciente nunca se llega a controlar.
Si usted es un paciente crónico (hipertenso, diabético, dislipidémico e incluso asmático) y no logra controlar su enfermedad a pesar de recibir
los medicamentos, revise su estilo de vida y converse con su médico, estamos convencidos de que mejorará mucho.
(1) Guía de 2007 para el manejo de la hipertensión arterial Grupo de trabajo para el manejo de la hipertensión arterial de la European Society of Hypertension (ESH) y la European Society of Cardiology (ESC). Journal of
Hypertension 2007, 25:1105-1187.
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